Autor: Paco Roca.

‘Paco Roca: un grito desde el silencio’, por Josep Asensio

Conocí a Paco Roca a partir de su novela gráfica Regreso al Edén. Me fascinaron esas viñetas simples y sencillas que transmitían unos sentimientos que pocas veces había captado con otros cómics. Unos trazos, unas líneas, que van allá de meras rayas, ya que son capaces de trasladarnos a ese universo que describe, de sentarnos junto a esos personajes, de estar presentes en sus vivencias. En definitiva, una magia que va a más cuando se pasan esas páginas casi descoloridas, con tonalidades amarillas y ocres que tan bien pueden entristecernos o alegrarnos. Después fui a parar a La casa, otra historia conmovedora, llena de silencios y de imágenes que hablaban por sí solas. Otra joya con el poder suficiente para contagiarnos de sus experiencias personales, de esas que pasan desapercibidas para la mayoría, pero que Paco Roca sabe traspasarnos a sus lectores. De hecho, en La casa, un relato familiar se transforma en todo un alegato en favor del amor, en un grito desesperado por no olvidar esas pequeñas cosas de la vida que nos han hecho felices. Lo frugal se convierte así en esencial para la existencia humana.

A principios de este mes, Paco Roca nos sorprendió con otro de sus impresionantes documentos, el testimonio de Pepica, 80 años dedicados a rescatar los restos de su padre, fusilado por los fascistas el 14 de septiembre de 1940. Su cuerpo ha estado todo ese tiempo en una fosa común del cementerio de Paterna, en Valencia. La tapia trasera de ese lugar en el que murieron asesinados unas 2.000 personas es la imagen más desgarradora de la historia de España. Un lugar de memoria que, desgraciadamente, va quedando poco a poco en el olvido: “un gran cementerio oculto y silencioso dentro del cementerio oficial”, concluye Paco Roca. El abismo del olvido, que así se llama la última publicación del historietista valenciano, contiene las mismas dosis de emotividad que sus otras obras, pero esta vez con un tema sensible, un asunto que la transición prefirió obviar para no reabrir heridas en unos momentos delicados de España.

Pero es que Paco Roca nos salpica con pequeñas anécdotas dentro de la trama principal que todavía son más reveladoras del sufrimiento de esas personas que tuvieron que soportar la crudeza de esas ausencias, de esos fusilamientos sin sentido, sin pruebas, sin garantías procesales. Y, como es lógico, no voy a revelar aquí nada que pueda romper esa magia de los dibujos de Paco Roca, porque, sinceramente, lo que los hace atractivos es precisamente esa capacidad de introducirnos en la vivencia de los personajes. Y en El abismo del olvido, a pesar de que cada vez queda menos gente que vivió esas trágicas escenas, Roca lucha contra esa ola de intransigencia, contra esos jóvenes que ni saben ni quieren saber, contra esos desalmados que, al llegar a los ayuntamientos, suprimen todas las ayudas para que esas personas mayores puedan sacar los restos de sus seres queridos y enterrarlos dignamente antes de morir ellas mismas.

Pero es precisamente la indignidad de esos monstruos la que, con la excusa de que esas normas iniciadas en la época de José Luis Rodríguez Zapatero, “atacan nuestra reconciliación”, la que va calando entre gran parte de la sociedad española. Y, desgraciadamente también, el silencio de nuestros padres, de nuestros abuelos, unido a la indiferencia y a la normalización de ciertos discursos (si lo fusilaron es porque algo habría hecho), así como el combate continuo para conseguir que no reflexionemos, que pasemos página y sigamos adelante. “Se nos ha acostumbrado a pensar que mirar al pasado es malo, y eso es un error”, afirma Paco Roca.

Ilustración: Paco Roca

Yo me quedo con una de las imágenes del libro de Paco Roca, formada por cinco viñetas en las que es imposible no entender lo que ha sido la evolución de España en todo este tiempo. En tan solo cinco estampas se resume ese olvido tan doloroso, que empieza con los asesinatos y el lanzamiento a una fosa común de los cadáveres y acaba con un restaurante de comida rápida encima. Comer y olvidar sobre una fosa común; esa es la triste realidad. Y quizás, la gran virtud de Paco Roca, además de saber plasmar de manera magnífica esos testimonios, es conseguir que paremos nuestras actividades por un momento, que seamos capaces de reflexionar a pesar de todos los inconvenientes que nos van metiendo, a pesar de esos lavados de cerebro que la derecha extrema y la extrema derecha comparten en redes con la connivencia de tertulianos y falsos periodistas blanqueadores del odio.

Y tengo que agradecer a Paco Roca que colabore en esa cruzada contra la amnesia deliberada, también impuesta en mi familia. A mi tío abuelo lo fusilaron los fascistas un 23 de abril de 1937. Tenía 21 años y, según he podido saber por un familiar, lo mataron porque “al llegar una mañana al cuartel, después de haber dormido en casa de unos tíos suyos, lo detuvieron por llevar el pase de pernocta firmado por un oficial que esa misma noche habían fusilado por rojo”. “En los últimos momentos de mi vida, escribo esta muy dolorosa carta en la que les digo que muero sin delito y por lo tanto inocente pues qué justicia hace el consejo que me pone esta pena, ahora que mi conciencia queda tranquila y no creo dejar avergonzada a toda mi familia, de la cual siempre los quise y no dudo os acordéis siempre”, escribía Lorenzo Asensio Martínez la madrugada anterior a su fusilamiento.

Estoy deseando de pasar esas páginas donde el ocre se funde con el rojo de la sangre olvidada. Y sé que el desenlace va a tener un sabor agridulce para mí, porque me alegraré de que al final Pepica cumpla el sueño de ver descansar a su padre en un lugar digno. Su empeño y su dedicación obtuvo su recompensa. Yo, por el contrario, aunque logré dar con los restos de Lorenzo Asensio en una fosa común en el cementerio de Melilla, gracias al trabajo exhaustivo de varios militares en activo allí destinados, la mala noticia fue saber que justo encima se habían construido varios nichos. Sirva también este artículo para agradecerles su predisposición a ayudarme desde el primer momento que contacté con ellos. Y, aunque la Ley de Memoria Democrática de 2022 permite la exhumación de los restos, puesto que existe documentación que atesore que allí hay 19 cuerpos con sus nombres y apellidos, los gastos derivados de ese trabajo los tiene que asumir el ayuntamiento o la comunidad autónoma. Mucho me temo que el gobierno del PP en Melilla no esté por la labor. Otra anomalía de nuestra democracia. La esperanza no la pierdo y, quién sabe, a lo mejor en los últimos días de mi vida puedo depositar los restos de Lorenzo al lado de los de sus padres, como él quería. Mientras tanto, es completamente necesario agradecer a Paco Roca su labor. Nunca unas líneas, unos colores, unas miradas, unos personajes, llegaron tan lejos. Gracias, Paco.

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