‘El dúo sacapuntos (a cualquier precio)’, por Josep Asensio

Acaba el partido en Montjuic. El Barça ha marcado de penalti en el minuto 97, desbaratando todas las ilusiones de un Celta de Vigo que plantó cara al líder de la primera división de futbol. Los titulares no se hacen esperar y sobresale uno real pero hiriente, un dardo a la afición y al equipo del Real Madrid: El Barça sí remonta. La respuesta, mayoritariamente vía redes, no se hace esperar. Que si el penalti no era, que si el árbitro alargó el partido porque el Barça tenía que ganar, que los jugadores del equipo azulgrana coaccionaron al árbitro para que mirara el VAR… Y más respuestas; que vosotros más (referidas al Real Madrid, claro está), que siempre fuisteis el equipo del régimen (franquista, también está claro), que todas las Copas de Europa que habéis ganado han sido con la ayuda de los árbitros, con la consiguiente repetición de aquel mítico cartel-meme en el que en el minuto 45 se anuncian los minutos que se alarga el partido, hasta que marque el Madrid, que, qué casualidad, que los merengues siempre ganan en los minutos añadidos… Es un no parar. La supuesta remontada del Madrid frente al Arsenal ya fue fruto de memes antes del partido. Ni se imaginan los que han surgido después de la eliminación de equipo blanco.

Y así, en esos estiras y aflojas, los dos equipos más corruptos de la liga española, se van tirando los trastos a la cabeza como si no hubiera un mañana. Unos asuntos que se remontan a los años 70 con el caso Camacho, después vino el caso Mayoral, en los 80 y, más recientemente, el caso Negreira. Todos, absolutamente todos, tienen que ver con pagos a los árbitros para que el Barça en este caso, salga beneficiado en los partidos. El Real Madrid no sale impune de estas prácticas. El excomisario José Manuel Villarejo acusó al equipo y a su presidente, Florentino Pérez, de pertenecer a una trama de compra de árbitros para adulterar los resultados. Sobornos a tutiplén, está muy claro. Villarejo fue más allá en sus declaraciones, afirmando que todos los presidentes de esos dos equipos lo habían hecho desde siempre.

A mí no me cabe la menor duda de que esa oligarquía formada por esos dos equipos que se mueven básicamente por el dinero, ha sobornado a todos los que se ponían por delante, fueran estos árbitros más o menos mindundis o equipos con necesidades de subsistencia. Ya me entienden. Creo, además, que lo damos por hecho, que lo vemos hasta normal. No me imagino a ningún aficionado del Real Madrid o del Barça que crea en la honorabilidad absoluta de su equipo y de sus directivos. Lo que cuenta, a fin de cuentas, valga la redundancia, es ganar como sea, ¿no? De hecho, son los dos únicos equipos que quisieran que el VAR no existieran porque sin él, pueden hacer y deshacer a su antojo. ¿Me equivoco?

Y ahí entran dos factores importantes. De un lado, la falsedad, la hipocresía de hurgar en la herida del otro cuando esta es posible porque el otro también aprovecha la ocasión cuando puede. El uno contra el otro aun a sabiendas de que los dos están metidos en una vorágine de maletines, de viajes, de prebendas y muchas cosas más que no quiero escribir. Yo tampoco quiero hurgar en las suciedades de los demás. Huele mal.

Del otro lado, está la desafección hacia una competición donde parece que solamente existen dos equipos, donde únicamente dos son los que importan, donde el resto queda relegado a mero competidor, a mero perseguidor de los otros dos. Recuerden si no aquella idea de la Superliga de prepotentes del fútbol europeo donde solo cabían unos cuantos, los de siempre; los otros, la mayoría, nunca fueron invitados a ese banquete de autócratas, de ricos gracias a los pobres. Aunque hoy en día apartada, no está definitivamente muerta. El poder es lo que tiene, que va a intentar cada cierto tiempo escalar hasta llegar a la cima, pisoteando a quien haga falta. Y así me encuentro yo, desanimado al ver toda la inmundicia que se mueve alrededor de esos dos equipos, abatido por esas luchas y esos minutos que se añaden de más a los partidos, de un VAR que muestra una cosa y dice lo contrario para favorecer a los de siempre o de imágenes manipuladas para mostrar que sí, que tocó dos veces el balón.

Así que me bajo de ese autobús que ya huele un poco más y subo en otro donde hay equipos más modestos, con jugadores de la cantera, de los que se forjaron en categorías inferiores, aquellos que son hijos del panadero o del relojero. Quedan pocos, lo sé, pero los hay. Y un día soy del Betis y otro del Athletic; también del Celta y del Osasuna. Y por qué no, de la Real Sociedad, del Huesca y del Mirandés. Hasta del Cádiz, del Granada y del Almería. Y sueño con que gane la liga el Sevilla, o cualquiera de los que he citado anteriormente.

Gol nord de la Nova Creu Alta. Autora: Dihör
Gol nord de la Nova Creu Alta. Autora: Dihör

El oligopolio, esa concentración de poder y de acaparamiento en todos los ámbitos futbolísticos no puede ser nunca bueno. Ni en ningún otro. Que se lo digan al Banco de Sabadell que está intentando sobrevivir para que no se lo coma el monstruo del BBVA. Quizás si dejáramos de lado la pasión que suele cegar el raciocinio y la verdad, podríamos darnos cuenta del mal que le hacemos a nuestros jóvenes ensalzando a un determinado modelo futbolístico donde únicamente prima el dinero, el poder y los estratosféricos sueldos supermillonarios de unos jugadores que, quizás me equivoco, ya no tienen el fútbol como su referente y sí su cuenta corriente. También, la mentira y los sobornos como prácticas habituales.

Me consuela el hecho de leer en la prensa diversos artículos sobre el auge del fútbol modesto en el que se enseña no tan solo a jugar bien, sino valores, algo que muchas veces se olvida. Que estadios de Segunda RFEF se llenen cada domingo es una buena noticia. Que la gente valore el esfuerzo de jugadores modestos y que hagan disfrutar a un público que sabe que muy probablemente nunca llegarán a jugar en esos dos equipos tiene mucho mérito; el mérito del deporte por el deporte, la virtud de conseguir aglutinar a gentes de todo tipo que, sin renunciar seguramente a su equipo de primera o de segunda división, saben que, en la humildad, en ese trabajo constante en el pueblo, en el barrio o en la ciudad que los vio nacer o les acoge, se esconde lo mejor. Lo otro, lo de esos dos, es otra cosa. Y no tiene nada que ver con el fútbol.

L’espai d’opinió reflecteix la visió personal de l’autor de l’article. iSabadell només la reprodueix.

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